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Todo placer pide eternidad

Es algo experiencial: el amor pide eternidad. Gabriel Marcel decía así: “querer a una persona es como decirle: tú no te puedes morir”. El amor da vida que aspira a romper las fronteras del espacio y del tiempo. Es la base de la fe en la resurrección.

Pero también hay un deseo hondo de justicia más allá del mal experimentado, como víctima o como transgresor. De alguna forma tiene razón Simone Weil cuando dice que “el dolor injusto reclama una eternidad reparadora”. El anhelo de una justicia superior a la humana ponga orden universal, genera confianza, esperanza en medio de la adversidad y del sufrimiento.

Si todo placer pide eternidad, todo dolor pide liberación y, si es evitable, no solo alivio, sino justicia, esa que nace de la misericordia.

Y, en la enfermedad, es realmente difícil, como decía el papa Francisco en el mensaje de la Jornada Mundial del enfermo del 11 de febrero de 2023, distinguir cuáles agresiones contra la vida y su dignidad proceden de causas naturales y cuáles, en cambio, provienen de la injusticia y la violencia. El camino, en todo caso, es la compasión.

 

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