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Palabras impecables

Si algo resulta comprometido, arriesgado, atrevido, poderoso -diría yo- es el uso de las palabras. ¡Tienen tanto poder! Pueden ser vehículo de amor, de paz, de reconciliación, y pólvora de guerra, odio, destrucción. Lograr que las palabras sean impecables, que no tengan motivo de reproche, que no tengan mancha, es un hermoso desafío. Se requiere, como mínimo, lo que siempre se llamó en algunos contextos: rectitud de intención.

Hablando de la eutanasia, término ya difícil de manejar por no coincidir su sentido etimológico con el uso en las legislaciones, he tenido oportunidad, en poco tiempo, de escuchar, en tonos distintos expresiones como estas: derecho a la asistencia médica en el morir, deseo y derecho de adelantar la muerte, asistencia médica al morir dignamente, homicidio a petición de la víctima, muerte digna elegida… Sin duda, quienes usan cualquiera de estas expresiones, tienen responsabilidad, porque las palabras no son inocentes.

Sigo pensando que, antes de opinar y, mucho más, antes de legislar, habría sido necesario un trabajo de consenso terminológico. Está pendiente. Por no decir de las confusiones en torno a los cuidados paliativos, la sedación, la adecuación del esfuerzo técnico -terapéutico en su caso-, la denegación de consentimiento, el suicidio asistido… Y algo es obvio: sino se hizo antes, está pendiente. De lo contrario, estamos en Babel, o quizás en Babia.

 

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