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La ternura del cuidado

A mi juicio, el futuro de los cuidados está también en manos de nuestro potencial de ternura, que se debe encarnar en el trabajo contra la soledad no deseada, sufrida; que se debe encarnar en los profesionales del cuidado, que se debe encarnar en los coordinadores y jefes y, digámoslo también, en las Superioras y Superiores de las comunidades de las enfermerías.

Las hermanas y hermanos mayores solo son personas dependientes para las actividades de la vida diaria, sino que son también interdependientes afectivamente. Nos hacemos y vivimos en función de la interdependencia y de los mimos de los que somos capaces, esos que expresan una ternura blanda, no blandengue ni infantilizante.

La ternura no le pertenece solo a la esfera de lo privado, ni se agota en eventuales cariños en forma de carantonias, sino que se expresa también en el espacio público, abiertamente, en la gestión de los lugares, en el uso de la palabra, en las miradas, en el diseño de la tecnología y su aplicación, en la promoción de la intimidad, en la acogida entrañable de la legítima rareza de cada quien.

Las profesiones de cuidado son la ternura de los pueblos.

La ternura no debilita a qui4en la despliega, sino que empodera a uno y a otro, porque genera seguridad y respeto a quien se dirige y muestra madurez en quien la dispensa. Las caricias, como expresión de la ternura –las físicas y las psicológicas-, son tan necesarias para la vida de las personas como las hojas para los árboles. Sin ellas, los cuidadores mueren por las raíces. Se convertirán en veterinarios de cuerpos humanos. Lo tierno vence a la rigidez. El cuidado entrañable es lo más opuesto a los malos tratos - físicos, verbales, por omisión, por restricción-.

La ternura es lo más opuesto a la guerra.

La ternura tiene el precio de la compasión, pero genera salud porque estimula y protege. No disminuye la productividad ni la bondad de toda ayuda técnica, sino que pone en el centro a la persona como fin, y es en la expresión de la nobleza de la condición humana, de la belleza del corazón humano que se conmueve entrañablemente en su interior ante toda fragilidad.

 

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