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Demasiado silencio, demasiado ruido

He estado en Colombia una vez más. Tengo un trozo de ese paraíso natural en mi corazón por las muchas veces que he ido, por las muchas personas que he conocido, por las diferentes ciudades que he conocido y las variadas iniciativas buenas en las que he participado relacionadas con la humanización, la atención al duelo, la atención a víctimas... Las formas y el alcance de la violencia y al mal evitable que nos generamos unos a otros hace demaisado ruido. No es necesario que violemos, humillemos, castremos, descuarticemos, juguemos... y no sé cuántas cosas más... con las personas. No, no es necesario. No es este el camino de  la felicidad para nadie.

Me pregunto no solo qué les pasa a las víctimas mientras viven estos horrores de la violencia (no lo puedo ni visualizar ni imaginar, ¡no!), y me pregunto qué les pasa a sus seres queridos: ¿cómo podrán elaborar un duelo de una hija violenta, cruel y humillantemente maltratada y violada con formas inenarrables? Y me pregunto qué les pasará a los victimarios, qué tendrán en su mente, en su corazón, qué dinamismos les estarán llevando a cometer semejantes atrocidades, dónde estarán sus madres y cómo participarán de este sufrimiento? No puedo evitar pensar que en torno a estruendo que produce este mal, en demasiados contextos hay demasiado silencio. Y no sé muy bien por qué. Si alguien lo sabe, que me lo explique.

 

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