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Cóctel de conceptos contra la empatía

Autor: José Carlos Bermejo

Año publicación: 2018

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Esto es lo que circula por los medios… y ahora también en cierta literatura: un cóctel de conceptos en torno a la empatía. A favor y, ahora también en contra. Es el caso del libro titulado “Contra la empatía”, de reciente aparición, del psicólogo norteamericano Paul Bloom. La necesidad de aquilatar el concepto y usar con mayor precisión una palabra que, en el fondo, puede considerarse polisémica, es cada vez mayor. Hace años ya me empeñé en publicar aquel otro libro –actual, para mí- titulado “empatía terapéutica”, poniendo un adjetivo al sustantivo, aclarando el concepto y relacionándolo con la compasión..

 

            Cuando en el año 2012 publiqué el libro “Empatía terapéutica”, yo estaba preocupado porque la socialización del concepto podría estar dando paso no solo a la polisemia, sino también a la confusión, evocando con la palabra “cualquier tipo de connotación positiva en las relaciones”.

            Pues bien, hoy pude suceder también, si seguimos la tesis de Bloom, lo contrario, que la palabra empatía evoque una respuesta emocional que nos hace esclavos, injustos, instintivos, vengativos, violentos… Esta es la tesis del confuso libro con subtítulo: “Argumentos para una compasión racional”.

 

Punto de partida y razones

            Las tesis contra la empatía parten de un concepto concreto que vienen a demostrar el problema del bosque conceptual al que asistimos. En efecto, está alineado con Adam Smith, filósofo escocés del siglo XVIII, cuyo primer y conocido libro es Teoría de los sentimientos morales. La amistad con el filósofo David Hume también fue influyente. Para Smith, como para mucha gente de hoy, la empatía es un instinto y una respuesta emocional, excluyente de la conocida “empatía racional” y de los procesos de deliberación prudente del ser humano. Bloom declara a Smith su aliado en la cruzada contra la empatía.

            Adam Smith propone el ideal del “espectador imparcial”, la voz interior que dictaría la propiedad o impropiedad de las acciones, en contraposición con el proceso de simpatía (o empatía para él, y de ahí las confusiones), a través del cual un sujeto es capaz de ponerse en el lugar de otro, aun cuando no obtenga beneficio de ello. Adam Smith lo explica por la influencia de la necesidad de ser aprobado por los demás, y desde el paradigma utilitarista. Los sentimientos morales, como el resentimiento, la venganza, la virtud, la admiración, la corrupción y la justicia son el resultado de una concepción dinámica e histórica de los sistemas morales, en oposición a visiones más estáticas como las determinadas por las religiones.

            Desde este punto de vista, Bloom critica la empatía porque dice que “la gente asume que es un bien absoluto”. Critica a Barack Obama por haber dicho que “El mayor déficit que tenemos ahora en nuestra sociedad y en el mundo es un déficit de empatía”, así como el concepto propuesto por Jeremy Rifkin sobre “empatía mundial” o “conciencia empática global”.

            Y tiene razones para criticar la empatía, desde su punto de partida. En efecto, dirá que nadie siente empatía por quienes tiran basura por la ventanilla del coche, o por quienes roban en las tiendas o se cuelan en una fila.

Las tesis contra la empatía

 

            La crítica más fuerte le lleva a hacer afirmaciones como: “la empatía es moralmente corrosiva”; “entre doctor y paciente, la compasión es mejor que la empatía”; “las motivaciones empáticas son, al final, egoístas”; “tener una empatía alta no nos hace buenas personas, y tener poca no nos hace malos”; “la empatía es parcial y estrecha de miras, haciéndonos padres permisivos y amigos muy dependientes; nos falla como una herramienta para juicios imparciales y justos y, a menudo, es un fracaso en las relaciones íntimas”; “la empatía es como la leche: los adultos no la necesitamos, pero para los bebés es fundamental para su desarrollo”.

            Al entrar en el mundo de la moral, donde muestra no pocas confusiones, el libro “Contra la empatía” dice: “no puede ser que la simple empatía nos haga morales. Tiene que ser más complicado que eso, porque si sientes empatía o no, depende de decisiones previas sobre por quién debes preocuparte, quién cuenta, quién importa, y estas son decisiones morales”. “La empatía no es suficiente como guía moral; puede incitar a la violencia: nos alegramos de ver atacar la víctima a su adversario y estamos ansiosos y listos para ayudarlo; la empatía inclina mucho la balanza a favor de los actos violentos”; “muchos psicópatas tienen una perfecta empatía cognitiva: son expertos en leer la mente de los demás y esto les hace maestros de la manipulación y seductores, aunque el sufrimiento de otros no les causa sufrimiento”.

            Para Bloom, “la empatía puede hacernos peores personas, motivando actos salvajes de verdad, como la ira hacia los que son crueles con una persona. La empatía no bloquea la deshumanización”.

 

            Bloom afirma que “en lo que se refiere a la bondad en nuestras interacciones cotidianas no es la empatía, sino capacidades como el autocontrol, la inteligencia y una mayor difusión de la compasión”. “La empatía nos traiciona solo cuando la tomamos como guía moral”, dice.

            Para él, “el efecto de la víctima identificable” nos hace experimentar empatía hacia los próximos y, por tanto, indiferencia ante otros muchos lejanos: “una muerte es una tragedia; un millón, una estadística”.

            Puesto que lo importante es la conducta y sus consecuencias, llega a decir: “Si un niño está hambriento, no importa en realidad si la comida es entregada por un sonriente voluntario que luego de hacerlo le da un abrazo, o si se deja caer desde un dron”.

            Según Paul Bloom, la empatía “está asociada con opiniones liberales, de izquierda y progresistas, que suelen incluir estar a favor del matrimonio gay, el estricto control de las armas, garantizar el acceso al aborto, fronteras más abiertas, así como programas gubernamentales como asistencia médica universal”. “Una política de la empatía motiva la preocupación por la gente en el aquí y ahora”. Y, a su vez, piensa el autor que “los factores que hacen que la empatía sea tan problemática en el dominio político, como su parcialidad, no representan problema alguno en un contexto más personal. De hecho, podrían ser ventajosos. Adam Smith habló sobre la importancia moral de superar el yugo de las pasiones, incluyendo la empatía, y qué importante es que entendamos que somos uno entre la multitud, en ningún aspecto mejores que el otro”.

Crítica al libro “Contra la empatía”

            Cabe preguntarse, naturalmente, cómo se puede escribir un libro sobre la empatía, particularmente para “estar en contra”, según la motivación del autor y el mismo título, y no citar siquiera a Carl Rogers y sus discípulos en el mundo del counselling. Esto nos hace pensar que, efectivamente estamos ante una ensalada de conceptos popularizados, sacados de los contextos más genuinos y de estudios rigurosos, como los que realizan los autores que presentan la empatía con su dimensión no solo emocional, sino también cognitiva y conductual.

            El mismo Paul Bloom dice que le interesa la empatía “como el acto de sentir lo que se cree sienten las otras personas, experimentar lo que ellos experimentan”, en el sentido –dice él- que utiliza la mayoría de los psicólogos y filósofos”. En otro sentido más amplio, en el que se incluye la “empatía cognitiva”, dice no estar en desacuerdo. Por más que la critica, también dice: “Lo que deberíamos hacer, entonces, es colocarla en el lugar apropiado. No propongo estar en contra de la empatía, sino en contra de la mala aplicación de la empatía. O reconocer que la empatía no lo es todo. O que empatía más razón es una gran combinación. La empatía es como el colesterol, hay bueno y malo”.

            La propia opinión del autor es confesada varias veces. El mismo dice: “es probable que este libro contenga argumentos débiles, datos selectivos, retóricas engañosas y representaciones injustas de aquello en lo que estoy en desacuerdo”.

            No dejan de ser interesantes conceptos a los que alude como el “altruismo patológico” o lo que llama “comunión sin paliativos” y “angustia empática” producidos por exceso de identificación con el otro y terminar sufriendo el sufrimiento ajeno.

            Al concluir, el autor del libro “Contra la empatía” afirma: “Como este libro llega al final, me preocupa que haya dado la impresión de que estoy contra la empatía. Bueno, sí lo estoy, pero solo en lo que se refiere al ámbito moral. Y aun en este ámbito no puedo negar que en ocasiones la empatía puede dar buenos resultados, puede motivar la bondad, pero las consecuencias, aun no siendo siempre malas, su parte negativa pesa más que la positiva. La empatía amplifica los placeres de la amistad y la comunidad, de los juegos y los deportes y del sexo y el romance. Existe una fascinación por ver el mundo a través de los ojos del otro, aun cuando ese otro esté sufriendo. La mayoría de nosotros somos muy curiosos de la vida de otra gente y buscamos la forma de tratar de favorecer esas vidas para que sean maravillosas y transformadoras”.

            En suma, yo habría preferido un título como el subtítulo: “argumentos para una compasión racional”, obviando el título “Contra la empatía” que, por morboso, atrae la atención. Presenta algunos límites de la empatía, obviamente, pero partiendo de una ensalada de conceptos manejados sin precisión y sin considerar las más actuales investigaciones sobre la naturaleza de esta actitud (no sentimiento), con su aspecto cognitivo, afectivo-emocional y conductual, como pude mostrar en mi libro “Empatía terapéutica. La compasión del sanador herido”.

 

José Carlos Bermejo

 

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