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Aprender de San Camilo

Un gran libro, titulado “El espíritu de San Camilo”, del historiador camilo Mario Vanti, me ha sorprendido, hasta que lo he re-editado en España.

La personalidad de Camilo, presentada en estas páginas, está hecha de un especial espíritu de finura, espíritu de sutileza, parafraseando a Pascal, que distinguía entre espíritu de geometría y espíritu de finura. El espíritu de finura, es una propuesta revolucionaria para el mundo de la asistencia sanitaria, una propuesta humanizadora sin igual. La finura del ojo compasivo de Camilo hace que el enfermo sea para él el mismo Señor. Un ojo fino le hace ver que en los gestos de cuidado a la persona frágil y vulnerable nos va la vida, la vida eterna, el sentido último de la vida y, por supuesto la vida de la Orden de Ministros de los Enfermos.

Quizás movido por la seducción del cuidado bien hecho, que retorna en forma de satisfacción por compasión, Camilo construye su espíritu de ternura -diría yo-. La ternura es un ejercicio de humildad que permite al corazón expresarse en clave de cuidado entrañable y ético.

He podido apreciar el texto de Vanti, leído cuando me acercaba a mis 60 años y extrañamente no antes, la anticipación del espíritu humanista que llegará más tarde en la historia, insistiendo en que ¡de nada sirve ninguna albarda, si no hay la robustez del amor!

He apreciado novedades en relación a otras biografías: Camilo entendía que los sacerdotes se debían formar para la caridad (no solo para lo, tenía miedo de que entrase en sus casas el regionalismo, quería que sus religiosos se distinguieran por el amor al trabajo (le dolían los indolentes y los tibios, que preveía que arruinarían la Religión).

El espíritu de delicadeza de Camilo es presentado con propuestas como: “que cada uno se empeñe con la mayor diligencia en ser como perfume oloroso que difunda por todo lugar donde pasa su buen aroma”. El espíritu de mortificación de Camilo no tiene sabor dolorista, cuanto de fortaleza para resistir las repugnancias de la naturaleza enferma.

El espíritu de penitenciapara Camilo empieza con la conversión de los pensamientos: “la primera obra buena que facilita al hombre la entrada en el cielo es la de pensar bien; la segunda obra que abre la entrada en el cielo es la de hablar bien; pero para aprender a hablar bien es necesario, ante todo, aprender a callar”. Una sana pedagogía para el acompañamiento y la relación de ayuda.

Es también, el de Camilo, un espíritu de humildad, en tanto que exhorta a los suyos a que, “cuando alguno de nuestros hermanos enfermare, en su enfermedad dé buen ejemplo de paciencia y humildad”. Por eso, les dirá también: “nada de pretensiones y tentativas de andar demasiado por la copa de los árboles”.

Vanti no duda en presentarle como poeta de la caridad, pero con un espíritu de determinación en relación a lo que hoy llamaríamos gestión de recursos humanos o selección de personal, o acompañamiento en el discernimiento. De hecho, “una vez despidió de la Congregación a diez religiosos por haber quebrantado la Regla. (…) Fue sobre todo el modo que usó para despedirlos lo que impresionó saludablemente a todos. Reunida la Comunidad, hizo leer las Reglas que habían sido quebrantadas, y tomando luego el libro en la mano lo tiró al suelo, y pisoteándolo se preguntó alterado y resentido: ¿Para qué sirven, para qué sirven estas Reglas, si no se observan? Y haciendo traer a la presencia de todos los trajes de los culpables, los despidió inmediatamente”. También de esto podríamos aprender.

 

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