Blog

Acidia

Desidia, flojedad, negligencia, pereza, dicen ser sinónimos. Falta de esfuerzo o dedicación para la realización de las tareas. No es pecado para Santo Tomás, ni una flaqueza humana moral ni corporal a ciertas horas del día, sino más bien una categoría emocional que evoca la pasividad, la tristeza y nostalgia.

Claro, que uno puede entregarse en manos de la acidia, de la pasividad, del abandono del deber de cuidar, de trabajar, y caer en una tristeza que apesadumbra, que deprime el ánimo de la persona, corrosiva como el ácido, que provoca hastío para obrar, pereza y vagancia, con tendencia a la dejadez.

Tanta humildad, tan poca autoexigencia, en algunas personas o momentos, genera un abandono y un apagamiento de la energía vital, que deja las cosas sin hacer. Por ser tristeza, la acidia se opone al gozo, y es espacio de malestar desmotivacional que lleva a un inconformismo que admite grados altos y malestar.

Como todo, en el mundo emocional, gestionado saludablemente, es espacio de humanización. Dejado a su propia energía y gobierno, puede ser espacio de deshumanización y abandono de una vida solidaria, comprometida, proactiva hacia el bien.

No sé si ser “ni-ni” es una actitud ante la acidia, o una opción por la acidia o, como me gusta decir en otros contextos, un modo de viajar en “la chiva”, ese vehículo colombiano –ahora turístico- que permitía desplazarse entre el mundo rural con todos los productos y bienes de primera necesidad y que iba cargado hasta arriba. Ahora, vehículo turístico en el que cabe preguntarse dónde queremos viajar: contribuyendo en la conducción, poniendo el palo entre las ruedas, bailando en la pista interna adaptada, o arriba, en la vaca, tirado vagamente a merced de que los otros trabajen y me las den todas.

 

VOLVER