¡Qué bien que estamos hablando de la sociedad de los cuidados! Parece que estamos reconociendo el cuidado como paradigma de humanización. Buscamos la creación y transformación de las ciudades de manera que sean sostenibles, que estén bien organizadas para los peatones, que estén bien gestionadas para el uso debido de la energía, que estén bien diseñadas para los encuentros, para las personas con capacidades diferentes, para quienes tienen dificultad de deambulación…
Parece que nos estamos empeñando en promover una hospitalidad compasiva, propia de quien se fija en la fragilidad del prójimo y en su necesidad de ser y de hacerse también por ser acogido. Nos recibimos a nosotros mismos antes que hacernos con esfuerzo. Somos resultado de nuestra propia hospitalidad íntima, además de la que nos dispensan y dispensamos entre nosotros.
Las ciudades serán dignas de la condición humana, humanizarán, en la media que sean pensadas (cogitatus – acción de cuidar) para prestar atención para asistir, para responder a las necesidades de los más frágiles, no solo de los más productivos.
En palabras de Jonas, responsabilidad es el cuidado, reconocimiento como deber, por otro ser, cuidado que, dada la amenaza de su vulnerabilidad, se convierte en “preocupación”, en un movimiento de cuidadanía. El cambio cultural para una sociedad del cuidado, no solo una sociedad con servicios de cuidado,[1] es un gran desafío humanizador.
[1] ARANGUREN L., El paradigma del cuidado como desafío educativo, Fundación SM, Madrid 2020, 163.
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