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Codependencia – Esas extrañas dependencias

Autor: José Carlos Bermejo Higuera

Año publicación: 2006

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“24 horas al día tengo que estar con mi madre”, “no le puedo dejar ni a sol ni a sombra”, “tengo que estar siempre pendiente de él”, “si yo me voy, se pone fatal, y yo no puedo estar por ahí pensando que le he dejado abandonado”. Estas y otras frases son escuchadas de boca de algunos cuidadores de personas dependientes. Pueden ser indicadores de estar sufriendo esa extraña dependencia conocida con el nombre de codependencia.

El concepto de codependencia ha surgido en los últimos años. Padecen esta enfermedad quienes manifiestan una incapacidad para lograr participar en forma positiva en una relación o quien, de alguna manera, es adicta a ella.

La persona codependiente es aquella que depende emocional, psicológica, espiritual, física o financieramente de otra persona obviamente enferma, incapacitada o necesitada. El cuidador del dependiente se ha convertido así en dependiente del dependiente.

La excesiva responsabilidad experimentada, estar demasiado involucrada con las necesidades, deseos, pensamientos y actos de otra persona, con las consecuencias que ello tiene sobre las demás relaciones son características de esta difícil situación.

Peligro para el cuidador

Uno de los posibles problemas que pueden encontrar las personas que cuidan a personas necesitadas de muchas atenciones, como pueden ser pacientes con Alzheimer u otras demencias, así como las personas que cuidan a otros con alto grado de dependencia o discapacidad es no saber mantener el equilibrio entre cuidado y autocuidado.

El cuidador de la persona grandemente dependiente tiene el riesgo de terminar dependiendo del dependiente, es decir, de “necesitar de la persona ayudada para sentirse bien”, en lugar de al revés. Cuando un cuidador –esposo/a, hijo/a o cualquier relación que exista- dice que la persona a la que cuida no puede estar ningún momento sin él o ella, cabe la sospecha de si no es al revés, si no es que el cuidador ha puesto tanto de su sentido en el cuidado que si no cuida se queda vacío de sentido y sin saber qué hacer o cómo manejar la culpa que le generaría.

Algunos indicadores de la codependencia son el creerse indispensable, el no estar dispuesto a delegar algunos cuidados, el no fiarse de otros cuidadores, la no aceptación de los límites propios y del otro; la no comprensión de que es normal cansarse y hartarse de manejar situaciones difíciles; el no aceptar a otros cuidadores que puedan hacer algunas horas o algunos días para descansar y airearse, el poner todo el sentido de la vida en el cuidado o asegurar que tiene que estar las  “24 horas” del día y que ninguno otro podría hacer lo que  hace él o ella.

Estos u otros indicadores nos pueden alertar de la dificultad de manejar el grado de implicación y cuidado y la necesidad de mantener la distancia sana. Sana para ambos: para el cuidador para no caer en el agotamiento o burn-out, y sana para la persona cuidada para que pueda efectivamente ser cuidada por alguien que no está quemado, sino que se “refresca” tanto física como emocionalmente.

Adicción a la relación

La palabra codependiente o coadicto proviene, según el diccionario, de las partículas co: con o necesario, y adicción: esclavitud. La codependencia, así, es una forma de esclavitud o adicción impuesta de manera inconsciente de una persona a sí misma.

La codependencia no respeta edades, estrato social o sexo. Toca a toda la sociedad en una forma o en otra. Entre los grupos con mayor propensión a volverse codependientes están los cónyuges de los alcohólicos o adictos; los adictos en recuperación, los familiares de personas que trabajan demasiado, familias con algún trauma o en donde se sobreprotege y no se propicia la autonomía de los miembros, familiares de alguna persona incapacitada crónicamente o las familias de un neurótico.

La codependencia proviene en gran parte de la manera como la persona se ve en su relación con el mundo. Se considera sin valor en sí misma, necesita recibir ese valor del exterior y vive tratando que los demás le vean como ella quiere ser vista: entregada, cuidadora, generosa, sacrificada…

El codependiente siempre quiere aparecer como "bueno" y llega a creer que controla las percepciones de todos. Su vida se rige por lo que cree que los demás piensan de él y hará cualquier cosa por permanecer en una relación, por temible que ésta sea, ya que sin esa relación siente que no tiene nada, que no es nada, o que nada tiene un valor comparable.

Así, la persona consume una gran cantidad de energía en conservar esas relaciones, aunque el coste sea muy alto. Quien sufre esta enfermedad tiene un gran miedo al abandono. Por eso muchas veces busca alguien más necesitado que él a quien cuidar y que no lo abandonará. Tiene una necesidad imperiosa de controlar las situaciones, a sí mismo y a los demás.

Es fácil que la persona codependiente se obligue a ser lo que piensa que los demás quieren que sea. Es conformista. Da el amor con condiciones. Cubre, esconde y niega los sentimientos. Bloquea la información que le llega del inconsciente. No sabe lo que siente. Parece poderosa y fuerte, pero en realidad no lo es. Tiende a aislarse y siempre quiere tener el control. No se rinde.

Puede que el codependiente sienta que algo está mal, pero cree que así debe ser, que eso es lo normal. Es como una espada de dos filos que sirve a diferentes propósitos, entre ellos el de protegerse de las heridas y del rechazo.

Hay que hacer algo

En realidad, el problema de la codependencia no se limita al modo cómo se cuida a una persona próxima y necesitada, perdiendo la propia libertad en el fondo, sino que va más allá. La persona codependiente prepara el terreno para una mala elaboración del duelo y se procura un caldo de cultivo ideal para una infelicidad posterior al fallecimiento del ser querido. Cuando esto ocurre, fácilmente la vida no tiene sentido, las relaciones significativas se han abandonado, las aficiones se han descuidado y, en último término se produce un vacío existencial difícil de manejar o de colmar. De ahí la necesidad de prevenir o de “curar” el síndrome de la codependencia.

El primer paso está en la educación a la libertad. Saber conjugar el apego y la separación es un arte que se aprende a lo largo de toda la vida. Aprender a combinar las dependencias en términos de sanas interdependencias, donde el ingrediente de la libertad y de la entrega al cuidado de los demás estén bien dosificados, constituye un reto para la educación y la formación de la propia personalidad.

Aprender a delegar, dejar a otros participar en los cuidados, ventilar las emociones con libertad, aceptar la propia impotencia y rabia, hacerse cargo de la naturaleza de las cosas que reclaman aceptación de muchos límites, son algunas pistas para no ser víctima de la codependencia.

Es necesario, en fin, estar atento a los elogios en torno a la actitud del codependiente. Fácilmente escuchará cómo le califican de virtuoso por su entrega, cuando en realidad el espectador no cae en la cuenta de la patología y de la ausencia de libertad. La enfermedad, como en otros casos, es vista como virtud y en lugar de ayudar a afrontarla, a veces se ayuda a enquistarla.

 

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