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La luz de las estrellas muertas

La luz que observamos con emoción en el cielo, no emana de una estrella efectivamente existente en el espacio celeste. Más bien llega a nosotros con muchos años de retraso (probablemente millones) desde una estrella ya muerta, desparecida en la gran oscuridad del universo. Cuando miramos al cielo estrellado sobre nuestras cabezas, admiramos una presencia que está hecha de ausencia o una ausencia que se hace presente.

Así es la experiencia del duelo: una percepción de presencia de alguien que ya no está. Es una nostalgia de alguien que no esperamos que esté, sino que es una visita dolorosa y desconocida. La muerte de la estrella no ha acabado con su luz, no ha matado su belleza. Su luz es la presencia viva de una ausencia. La nostalgia es la gratitud de esa luz que, aún proveniente del pasado, irradia de manera sorprendente nuestro porvenir.

El pasado de la vida con el ser querido fallecido no yace como un cuerpo inerte, como un mero peso a nuestras espaldas, algo ya visto, ya sucedido, solo pasado. Más bien nuestra palabra y la narración de nuestra historia pude transformar de manera inédita nuestro pasado. No es un cementerio de recuerdos, un lugar al que volver, sino oportunidad de resignificar constantemente que puede asumir formas diferentes según se perciba en el presente.

No aceptar esta luz de nuestras estrellas muertas, nos hace entrar en una nostalgia mezcla de retorno (nóstos) y de dolor (álgos). El nostálgico dirige su mirada al pasado, a los propios ideales y lo descubre irremediablemente perdido, a la vez que irremediablemente presente. Su sombra es la sangre de la luz. El trabajo del duelo es acoger esta luz del fallecido desaparecido, de los recuerdos y sensaciones irremediablemente perdidas.

Liberarse del peso real del objeto perdido será el duelo del trabajo del duelo: un segundo duelo, aceptando la irreparabilidad de la pérdida. Limitarse a recordar significa también sufrir nostálgica y melancólicamente. Memoria, dolor y tiempo son los tres elementos del trabajo del duelo. La pérdida de la luz de las estrellas, la segunda muerte, hablará de superación del duelo. Habremos dado entonces sepultura a las sombras de nuestro pasado, dejando de tener en nuestras manos el ser querido fallecido.

 

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