Pensó en organizar una escuela preparatoria en casa, en la Maddalena. Reunía a todos, jóvenes y ancianos, en la sala de la comunidad, donde ya estaban preparados caballetes, tablas, colchón, sábanas y almohadas, y enseñaba a hacer la cama. Después, haciendo que se metiera en ella un religioso para simular al enfermo, les enseñaba a cambiarle de ropa interior y a asistirle. Y de inmediato quería ver cómo habían aprendido la lección. Hoy llamaríamos a esta metodología “juegos de rol”, tan importantes en diferentes áreas de formación, tanto en los cuidados físicos como en el acompañamiento y counselling.
Cuando, al aumentar el número de los aspirantes, ya no disponía de tiempo para formarlos a todos por sí mismo en Santo Spirito, pensó en organizar una escuela preparatoria en casa, en la Maddalena. Reunía a todos, jóvenes y ancianos, en la sala de la comunidad, donde ya estaban preparados caballetes, tablas, colchón, sábanas y almohadas, y enseñaba a hacer la cama. Después, haciendo que se metiera en ella un religioso para simular al enfermo, les enseñaba a cambiarle de ropa interior y a asistirle. Y de inmediato quería ver cómo habían aprendido la lección. Entonces, al repetirla, se daban cuenta de que no era tan fácil como habían creído. Camilo no veía nunca «bastante caridad». «¡Más corazón! ¡Más afecto materno!, sugería, o bien: «¡Más alma en las manos, más alma!».
No hay ninguna otra página de la historia de la fundación de los Ministros de los Enfermos más determinante que esta. El fundador no se contentó con enseñar cuál era en su mente y en su corazón «la nueva escuela de caridad» que le había abierto el Crucificado, sino cuáles eran las posibilidades de conquista de la misma.
Se dice de Camilo que “la preparación teórico-práctica que transmitía tenía una peculiar fuerza de atracción expresión por las ricas dotaciones carismáticas que poseía en el sector. “Condimentaba sus discursos con sentencias preciosas” (padre Simonio). En su repertorio de andar por casa se servía de algunas citas escriturísticas estudiadas, que sonaban bien al oído, eran sugestivas y muy adecuadas para grabarse fácilmente en la mente y ser asimiladas como palabras clave, como signos de referencia constante”.
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