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El corazón que humaniza

Sin duda, el corazón que evoca la frase “más corazón en las manos” es el de carne, el que mueve a hacer el bien, la fuente de las buenas motivaciones, el que tiene capacidad meditativa y buscadora del bien, bien hecho.

Los calificativos de la palabra corazón en la Sagrada Escritura, con connotación positiva son numerosos, en efecto: íntegro, perfecto, alegre, gozoso, feliz, que lleva nombres, con el don de enseñar, contrito, que recapacita, custodio de los mandatos que hacen felices, servicial, estremecido, inteligente, pensante, sabio, sincero, que dicta el obrar, valiente, dilatado, convertido, recto, fiel, conmovido, acompasado, entero, que decide, unánime, escrutador, esperanzado, grande y de ánimo generoso, bueno, confortado, que susurra, puro, manso, dichoso, aplicado, contemplativo, apresurado, que vela, confiado, que hace proyectos, que bulle de palabras graciosas, profundo, prudente, del que brotan las fuentes de la vida, astuto, sensato, dispuesto, apasionado, radiante, enderezado, ensanchado, oyente, que guarda las palabras, que proyecta, limpio, rebosante, abierto, que ve, que cumple…

Esta riqueza de la versión positiva del corazón, permite invitar a ir “donde el corazón te lleve”, como propuesta de reconocimiento de las motivaciones más genuinas y nobles.

Así las cosas, con posibles connotaciones negativas y positivas del corazón, no es de extrañar que algún pontífice haya exhortado a cultivar la “formación del corazón”, para que este pueda promover su mejor versión en su potencial motivacional, para que efectivamente podamos acudir a la razón cordial como fuente de la conducta prosocial compasiva y entrañable, solidaria y empática.

La propuesta de Camilo de Lellis de poner más corazón en las manos, se mantiene actual, como propuesta ética de gran valor, entendiendo el corazón en todas esas potencialidades positivas que alberga para humanizar.

Lejos de reforzar la idea de que razón y corazón se encuentren en extremos opuestos, lo cierto es que el ser humano tiene un potencial ingente en su interior, como espacio de generación del bien. Con unas y otras “razones”, las de la razón y las del corazón, con un equilibrio modulado por los valores profesados y hechos realidad, podemos conjugar la palabra humanizar, con esta mirada holística, no solo al destinatario de programas y servicios de cuidado, sino también a uno mismo, en la construcción de alianzas terapéuticas de cuidados.

 

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