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Cuidemos nuestras palabras

La mascarilla hace que, mirándonos a los ojos sin otras distracciones extracorpóreas, podamos hablar sin hablar, querernos sin rozarnos y compartir vivencias y sensaciones. Con la mascarilla estamos descubriendo el valor de la mirada en la comunicación. Hay otras formas de comunicación no verbal: los gestos, el tono de voz, nuestra actitud… La palabra, sin embargo, sigue siendo el instrumento más importante que tenemos los seres humanos para comunicarnos y relacionarnos entre nosotros. Con demasiada frecuencia las palabras se emplean como dardo envenenado, con lo que se deteriora y violenta la relación humana.

Cada noche recibo una breve oración de acción de gracias a Dios por la vida y las distintas circunstancias en que nos movemos. Su autor es José Carlos Bermejo. La comparto con muchas más personas. En tres ocasiones, en poco tiempo, le ha dado gracias por las palabras. Por si ayuda en este momento, las traigo hoy a colación en mi artículo quincenal. Las enmarco y entrecomillo.

PALABRAS SINCERAS, MEJOR QUE SOLO PALABRAS BONITAS

“Gracias por las palabras sinceras. Nos damos palabras sinceras si nos libramos de labios mentirosos, de lengua traidora. Nos decimos palabras sinceras cuando nuestra lengua no se suelta para el mal, cuando nuestra boca no urde el engaño, cuando no nos sentamos a hablar mal y deshonrar a nuestro hermano. En los peores casos somos capaces de afilar la lengua como serpientes y poner veneno en nuestros labios, hablar con labios embusteros y doblez de corazón, creyendo que en los labios está toda nuestra fuerza y nos defiende. Gracias, en cambio, por las palabras sinceras que somos capaces de lograr los unos para los otros”.

HABLAR CON BLANDURA NO ES PUSILANIMIDAD

“Padre bueno, gracias por la blandura de nuestro hablar. En ocasiones en nuestra boca no hay sinceridad. A veces el corazón es perverso aunque alabemos con la lengua. Queremos que nuestro hablar no sea necio, ni alcance nuestra ruina. Necesitamos estar habitados por una boca más blanda que la manteca, pero que no deje guerra en su interior. Queremos que nuestras palabras sean más suaves que el aceite, que no sean nunca puñales. Gracias porque en ocasiones logramos ser prudentes y piadosos con la lengua mostrando así sabiduría. Cuando nuestro hablar es cambiante como la luna, quizá somos más insensatos. Sabemos que la lengua es un miembro muy pequeño del cuerpo, pero hace alarde de grandes afanes. Si no la usamos bien, puede incendiar bosques con poca chispa, ser fuego de maldad. Deseamos que malas palabras no salgan de nuestra boca, que lo que digamos sea bueno, constructivo y oportuno. Así hará bien a los que lo oyen.”

HACEDORES DE PALABRAS PARA ILUMINAR

“Gracias por las palabras que iluminan. Cuando no nos engañamos a nosotros mismos, cuando somos hacedores de las palabras, no solo oidores, conseguimos que las palabras sean lámpara a nuestros pies, luces en nuestros senderos. Gracias por la luz que generamos con las palabras oportunas, las que nacen del corazón humano. Ansiamos la leche pura de las palabras como niños recién nacidos. Así, por medio de ella, creceremos en humanización, tras probar el poder que hacen, el bien que hacen las palabras genuinas. Sin buenas palabras, caminamos a oscuras, sin luz, sin consejo, sin relaciones de ayuda que nos consuelen, nos conforten, nos motiven. Gracias por la luz de las palabras que ayudan”.

Y gracias a usted por haber leído este artículo. Si además dedica un tiempo a reflexionar sobre lo leído, “miel sobre hojuelas”. Empezamos a estar hartos de palabras gruesas, insultantes y descalificadoras. No aportan nada bueno a la convivencia, más bien la enturbian. Si decidimos todos cuidar más nuestras palabras de ahora en adelante, estaremos contribuyendo a humanizar las relaciones y nuestro mundo.

Es bonito pensar en el poder de las palabras, o en nuestro poder o responsabilidad al pronunciarlas, sobre todo algunas de ellas, como justicia, compasión, pobres, amor… que deberíamos pronunciarlas “de puntillas” si olvidamos a las personas que hay detrás de ellas.

José María López López

Fuente: el Adelantado

 

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