Año publicación: 2000
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Luis se ha roto la muñeca. Ha ido al hospital y, ya se sabe. El yeso para una buena temporada. Se ha inventado una historia porque, en realidad, se la ha roto al dar un puñetazo en la pared y desahogarse después de una discusión con su mujer. Luis tiene rota la muñeca, pero tiene roto también un circuito en el sistema de manejo de su agresividad y, lo que es más gordo, tiene roto el corazón. Dentro de poco tendrá rota la pareja y la relación con su hijo de dos años porque está a punto de separarse.
¡Qué lío! Luis no es un impulsivo simplemente, o alguien que ha tenido mala suerte y se ha roto la muñeca en un pronto, que cualquiera lo puede tener. Luis es una persona muy inteligente y equilibrada, muy capaz profesionalmente. Tiene un cargo de responsabilidad que le lleva a controlar billones de pesetas (eso debe ser mucho y el cargo muy importante). Sin embargo, el amor con su pareja no es sano; más bien nunca hubo verdadero amor, según él.
A fuerza de escuchar problemas de pareja uno va a terminar entendiendo, aunque no la tenga. Y es que efectivamente también en el amor hay signos de salud y agentes patógenos y disgregadores.
Efectivamente, en la pareja también hay soledad, incomprensión, falta de diálogo, miedo a la verdad, sexo sin autenticidad, uso perverso del poder, agresividad, intrusismo familiar, falta de independencia emocional de los padres, falta de confianza, aburrimiento, falta de libertad… y un sinfín de dificultades.
La vida de pareja es compleja porque el acercamiento de dos personas supone el encuentro de dos libertades y de dos proyectos de vida y requiere renuncias y, sobre todo, comunicación. La pareja donde no hay comunicaci&oacoacute;n es un suplicio.
Intimidad emocionalSeguro que no existe la pareja perfecta, pero sin duda hay signos de salud relacional. Sternberg ha propuesto la teoría del triángulo del amor para referirse a tres ingredientes necesarios para que la pareja sea un lugar donde se construye la felicidad. Y los tres han de estar de alguna forma presentes en los dos miembros.
El primero es la intimidad emocional, el gusto y la comodidad experimentada en el compartir sentimientos. De hecho, una de las lamentaciones que más escucho a miembros de parejas con problemas es la que se expresa así: “no sé lo que siente, no me dice lo que piensa”.
Compenetrarse a nivel emocional significa comunicar abiertamente lo que se siente, crear un clima de intercambio que va más allá del acuerdo sobre los asuntos domésticos y de coordinación. La intimidad emocional se mueve en un nivel espiritual que genera comprensión recíproca, ternura, confianza, seguridad, compañía, aprecio, respeto. La intimidad emocional entiende de mirada serena, limpia y transparente.
La intimidad emocional no es el pasajero sentimiento de bienestar o el refugio fácil de las propias inseguridades y vacíos. La intimidad emocional no sabe de sexo, está libre de todo apasionamiento erótico y se construye también con amigos íntimos.
La intimidad emocional nace en quienes confían en sí mismos y crece entre quienes confían recíprocamente. Nace al amparo de la escucha auténtica y de la acogida incondicional de los sentimientos; produce un particular calor en el corazón y disfruta con la palabra, la mirada, el abrazo, el silencio.
La intimidad emocional se crea despacio y se recrea también integrando y afrontando los conflictos que se resuelven en la aceptación de las diferencias y el respeto de las libertades.
Luis, en cuya pareja los conflictos nunca fueron afrontados está viviendo la explosión de éstos ahora, que se está separando. Nunca gozó de intimidad emocional con su mujer. Confiesa que algo de esto es capaz de vivirlo con su amiga María y con su amigo Juan. Pero nunca lo cultivó con su mujer. Quizás por eso ahora su pareja hace aguas.
Pasión eróticaEl segundo ingrediente de la pareja sana es, según Sternberg, la pasión erótica. Incluye todo lo relacionado con la relación sexual, desde el placer genital a las caricias a todas las emociones que se dan cita en la intimidad física. Incluye la alegría, el orgullo y la satisfacción y algarabía que proporciona la reciprocidad, el sentirse gustado y deseado y el deseo de complacer.
La pasión erótica, como ingrediente de la pareja sana, entiende de diálogo, de confianza, de respeto del ritmo del otro, de creatividad, de diálogo abierto y explícito sobre gestos y sensaciones, sobre deseos y expectativas.
La pasión erótica sabe de fogosidad y entiende de procesos, goza con la pasión volcánica y con la delicadeza de la caricia, disfruta de la suavidad y textura de la piel porque entiende de ternura y de buenos modales. Se pierde y disfruta intensamente porque goza con la generosidad sin medida. La pasión erótica tiene mucho poder, pero se vive sanamente cuando se comparte sin humillar ni utilizar al otro.
Luis, en cuya pareja ha habido relación sexual, nunca se ha planteado explícitamente la búsqueda de la armonía, nunca han hablado después de las típicas expresiones iniciales de conquistas recíprocas. No saben de sintonía y creatividad, ni se entienden en modos y tiempos. Quizás por eso ya no se desean.
Compromiso y comuniónY el tercer ingrediente es el compromiso recíproco. Supone implicarse en las consecuencias de ser pareja, supone aceptar la llamada natural a la exclusividad a la vez que a la apertura a otras personas en la comunión recíproca.
El compromiso sabe de trabajo en equipo, de proyectos compartidos, de riqueza y pobreza personal puesta en común, de tareas repartidas, de servicios prestados sin factura ni acuse de recibo.
El compromiso sabe de soledad y de comunión, de libertad, autonomía e interdependencia, de ganancia y de pérdida, de esperanza y de paciencia, de heridas y cicatrices, de proyectos y de fracasos, de logros y de humildad, de utopía y de realismo.
El compromiso sabe de fecundidad, de perdurabilidad en la historia, de acogida de nuevos proyectos y nuevas libertades a respetar e integrar en la comunidad de la pareja.
Luis nunca se comprometió con su mujer. Dice que le casó ella por voluntad de su familia y que tuvo un hijo sin planificarlo y el escaso diálogo ha hecho de la vida en común un infierno de incomodidades.
La pareja sanaSólo la presencia armónica de los tres ingredientes, aunque en intensidad diferente y variable en el proceso de construcción de la pareja, hacen de ésta un lugar de salud y de estabilidad.
Quizás la castidad, lejos de pobres interpretaciones, como virtud bien entendida, no sea más que la armonía de estos tres ingredientes, necesarios para una pareja saludable.
Ayudar a quien, aunque no se rompa la muñeca como Luis, vive con dificultad la relación de pareja, comporta adentrarse serenamente en la exploración del cultivo de los tres ingredientes para trabajar por un sano equilibrio.
Lograr una pareja estable y feliz es realmente una proeza, como lo es también optar por no formarla y consagrarse a una causa. Quienes hemos optado por no formar una pareja no hemos renunciado a todos los ingredientes de una afectividad sana. Entendemos igualmente de intimidad emocional, de pasión erótica y de compromiso comunitario. La ausencia de pareja con la que vivir la pasión erótica nos hace incluso ser especialmente deseados para la intimidad emocional y nos puede convertir en buenos confidentes. Vivimos, como todos, la pasión erótica y hacemos proezas en el arte de encauzar la energía, si bien podemos desarrollar la ternura y ponerla al servicio de aquello por lo que nos comprometemos. Nada fácil, como tampoco la vida de pareja. Quizás ésta sea aún más difícil, pero igualmente apasionante.
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