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Amor por el paciente

Rogers no dudaba en hablar de "amor por el cliente". Laín Entralgo hablaba de "amistad médica". La clave es radicalmente humanizadora: amar en el servicio. Podría parecer que no tiene nada nuevo. Jesús, en cambio, lo formuló de una manera nueva: "amaos los unos a los otros". Algo nuevo. Este es el mensaje que aporta el cristianismo. Lejos de tantas críticas a la institución católica, lejos de buscar cómo derrumbarla por unos u otros motivos, lejos de todo eso, el cristianismo apoya esta clave de valor inmenso: "amaos los unos a los otros". Podremos criticar el clericalismo, los penosos abusos, la falta de ejemplo, todo lo que queramos. Pero la cosa está clara como propuesta: "amaos los unos a los otros". En particular, en la estación del sufrimiento, de la enfermedad, del duelo, nos hacemos particularmente creíbles si construimos un mundo más humano: con amor, sencillamente.

No es una teoría. Es la clave que se actualiza en la ética del cuidar, del servir, del construir la paz, de escucharse y ser sanadores unos para otros. Y, sin duda, una parte de este amor supera todo contrato, toda ley, todo lo que se puede pagar, programar, evaluar. El amor sobrepasa todas las fronteras. No hay clave más poderosa para humanizar: amar. A la grande y a lo pequeño. En activa y en pasiva y en reflexiva y en toda forma verbal posible de conjugar. El amor genuino crea vínculos sanos, saludables, sanadores. ¿Para cuándo es esta propuesta? Es atemporal, es eterna.

 

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