En los últimos años esta frase la encontramos como frase muy difundida y con gran acogida porque realmente puede ser una síntesis de la propuesta humanizadora de Camilo. Se trata de corazonar el hacer, corazonar al enfermo, corazonar a quien vive el final de la vida: impregnar de ánimo y corrección humana todo vínculo de cuidado. No solo empalabrarlo para humanizarlo con la narrativa, sino intervenir en el sufrir para corazonarlo y traspasarlo de las bondades que pueden surgir de un corazón bueno, sabio, recto, noble.
Digamos que, explorando por entero los libros sobre los Escritos de San Camilo, El Espíritu de San Camilo, La diaconía de la caridad, La dimensión mariana, San Camilo y sus Ministros, así como en las obras de Cicatelli, Pronzato y Cosmacini—, podemos decir que únicamente en dos de ellos se hace referencia explícita a esta frase: “Más corazón, más alma en las manos”. Se trata del Pronzato, que dedica un capítulo completo con este título, con su precioso estilo literario y en San Camilo y sus Ministros de los Enfermos de Vanti.
Sin embargo, dado el buen eco que tiene esta frase, así como el esfuerzo de algunos religiosos -entre los que me encuentro- por utilizar esta frase como propuesta humanizadora, podemos decir que se ha convertido en una especie de lema y es, a finales del siglo XX y primeros del XXI muy difundida en muchos contextos.
La frase está en el Vanti con estas palabras: “Cuando, al aumentar el número de los aspirantes, ya no disponía de tiempo para formarlos a todos por sí mismo en Santo Spirito, pensó en organizar una escuela preparatoria en casa, en la Maddalena. Reunía a todos, jóvenes y ancianos, en la sala de la comunidad, donde ya estaban preparados caballetes, tablas, colchón, sábanas y almohadas, y enseñaba a hacer la cama. Después, haciendo que se metiera en ella un religioso para simular al enfermo, les enseñaba a cambiarle de ropa interior y a asistirle. Y de inmediato quería ver cómo habían aprendido la lección. Entonces, al repetirla, se daban cuenta de que no era tan fácil como habían creído. Camilo no veía nunca «bastante caridad». «¡Más corazón! ¡Más afecto materno!, sugería, o bien: «¡Más alma en las manos, más alma!».
Y el Pronzato, dando título a un capítulo sobre cómo enseñaba a cuidar en el Santo Espíritu y en La Magdalena, dice: “Cuando el número de los alumnos resulta excesivo, Camilo traslada la escuela del Santo Spirito a la Magdalena. Aquí, en una sala suficientemente espaciosa, reúne a toda la comunidad, a jóvenes y ancianos. En el centro hay montados unos caballetes con colchones, mantas, sábanas y almohadas. Está enseñando a hacer las camas, ¡qué caramba! Luego, la lección se refiere al modo de cambiar de ropa al enfermo. Al no tener a disposición uno de carne y hueso, un religioso tenía que hacer las veces del enfermo. Para ello se le acostaba en la cama, de manera que Camilo pudiera ofrecer demostraciones prácticas, muy valiosas por la propia experiencia en la materia. Al final, el maestro se asegura de que todos han aprendido la lección. Los ejercicios son repetidos numerosas veces. También aquí Camilo es incontentable. Sobre todo, nunca ve «bastante caridad». Interviene para corregir. A veces grita: ¡Más corazón! ¡Quiero ver más afecto materno! O también: ¡Más alma en las manos, más alma! Podemos traducir libremente, aunque respetando el pensamiento del autor: ¡Más corazón en las manos!”
La frase está a la entrada del Centro que dirijo en Tres Cantos, Madrid, para enfermos al final de la vida: “Más corazón en las manos”. Es la frase-lema que evoca una clave de humanización, válida para el mundo entero.
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