¿Hay también un corazón bueno, habitado de valores y virtudes? En efecto, por otro lado, el corazón apacible es salud para el cuerpo. El corazón contento mejora la salud (Pr 17,22). No ha de abrirse a cualquiera, porque se puede aprovechar (Si 8,2), pero puede ser confiado (Dn 13, 35; Hch 16,14). Dice Cicatelli de Camilo: “Tenía un corazón y un ánimo tan grandes y estaba tan lleno de confianza en Dios, que las deudas le parecían nada”.
De Bernardino Norcino, por ejemplo, se hablará de la bondad de su corazón. Así como que tenía “el alma recogida en el interior de su corazón”. De Camilo se dice que el buen consejo de Tarugi de marchar del hospital de Santiago “lo recogió en su corazón y se propuso abrazar también el servicio a los apestados”.
El corazón puede tener unos oídos atentos (Ba 2, 30) y apartarse de toda maldad (Ba 3,7). Puede estar limpio y ser por ello dichoso y bienaventurado (Mt 58; Pr 22,11). En él se puede estar unidos. (2Co 7,3)
El corazón es el que dicta el buen obrar (2S 7,3) de manera justa y recta (1R 3,6; 1Cro,29,17; 1 Cro 29,17; Pr 15,28), íntegra (1R 9,4; 2R 20,3; 1Cro 28,29; 2Cro 19, 9); puede ser generoso (2Cro 29,31; 1M 1,4), fiel (Ne 9,8), sencillo (Col 3,22), dejándose guiar por el bien (2 Ts 3, 5).
El corazón puede ser colectivo, y a él se le puede hablar (Is 40,2; Os 2, 16); en él se puede sembrar (Mt 13,19). Puede compartirse y tenerse un solo corazón (Jr 32, 39; Ez 11,19; Hch 4, 32), de carne y con un espíritu nuevo (Ez 11,19; 18, 31) con una conducta cabal, justa (Ez 13,22).
El corazón humano puede honrar a los padres (Si 7,27), acoger el consuelo (Si 30, 23; Ef 5,22), ser humilde (Dn 3,87; Mt 11,29), estar radiante (Si 30,25), ser consejero (Si 37,13), tener y ser raíz de los pensamientos (Si 37,17; Hb 4, 12), puede estar habitado de un abismo de secretos (Si 42,18), puede ser perfecto por seguir la conducta correcta (Is 38,3), puede ensancharse (Is 44,5); ser la carta escrita con el espíritu (2 Co 2,4).
Puede también estar limpio, entender (Hch 28, 27), porque “donde esté tu tesoro, está también tu corazón”. Puede “arder” con la escucha y la explicación (Lc 24,32), puede recibir el Espíritu (Rom 5, 5; 2Co 1,22). De Camilo dice Cicatelli que “conservó siempre grabada en el corazón la divina promesa que le hizo al Santísimo Crucifijo”, así como que “pareció que le hablase una voz en el corazón”.
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