Morir con dignidad implica morir sintiéndose persona, morir humanamente, morir rodeados del apoyo y del cariño de sus seres queridos, eliminando en lo posible el dolor y el sufrimiento, sin manipulaciones médicas innecesarias, aceptando la muerte con serenidad, con la asistencia profesional precisa en lo biológico, lo emocional, lo social y lo espiritual.
A quien se considera en el origen del movimiento Hospice para la promoción de los cuidados paliativos, Cecily Saunders, expresó la pasión por cuidar, cuando el verbo curar deja de ocupar el lugar del objetivo primero, tal y como se suele entender espontáneamente este binomio. Aunque, en realidad, se trata de seguir cuidando (como cuando cuidar consistía el intentar curar), seguir cuidando hasta el final. “Importas porque eres tú, hasta el último momento de tu vida”, y este es el motivo que justifica seguir cuidando.
La conocida doctora E. Kübler-Ross, que describió un modelo de comprensión de los procesos adaptativos en la enfermedad al final de la vida, supuso un refuerzo en la promoción de las actividades de cuidado. Cuidar al final para favorecer el proceso psicológico que se observa, desde la negación a la rabia, pasando por el pacto, la depresión y llegando a la eventual aceptación, mientras se es cuidado.
Cuidar siempre, muy especialmente: cuidados compasivos, profesionales y entrañables, al final de la vida y en el duelo.
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